En este primer episodio, me gustaría empezar las cosas bien, por el principio, y contarte el por qué y el para qué de este podcast.
Me presento. Mi nombre es Miriam Urbano y desde hace una década he dedicado mi tiempo a diseñar, desarrollar e implementar soluciones y estrategias digitales para empresas de todo tipo.
Desde bien pequeña, disfrutaba manejando cachivaches tecnológicos, probando software e investigando las bondades de aquella gran novedad llamada Internet. Permíteme que me ponga nostálgica, pero aún recuerdo la primera vez que escuché aquel ruido infernal al realizar la conexión. ¡Qué tiempos aquellos!
La realidad es que todo esto de las tecnologías ha formado parte de mi vida desde los inicios y eso me llevó a interiorizarlas como una faceta más de mi día a día. Pero un día acabé siendo presa de ella. Paradójico, ¿verdad? Yo que alardeaba de manejar las tecnologías y las herramientas digitales a las mil maravillas, acabé forjando una relación muy tóxica y poco productiva con ellas y construyendo, recoveco a recoveco, mi propia ratonera.
Atesoraba aplicaciones y herramientas que nunca usaba y en lugar de exprimir todo el potencial que las herramientas digitales podían ofrecerme a mi y a mi negocio, acabé siendo esclava de un móvil que no paraba de sonar y de un sinfín de notificaciones que no hacían otra cosa que estresarme.
Me había habituado ya a que mis amigos y mi familia me repitiesen una y otra vez ese típico «¿no piensas dejar el móvil?». Yo controlo, les decía. Y en realidad, yo creo que me lo decía a mi misma.
Lo cierto es que más que controlar, yo estaba totalmente controlada. Hasta que un cuadro grave de estrés y fatiga nerviosa a causa de mi hiperconectividad, me hizo perder la vista de manera transitoria.
Aquella mañana, al levantarme y no alcanzar a ver nada más que unas difusas chispitas de colores y al notar a mi hijo agarrarse de mi pierna esperando a que le leyese un cuento, tomé consciencia de que algo no funcionaba.
Después de una interminable ronda de médicos, ¡zasca! Mi problema no estaba en mi vista. Estaba mi cerebro. Estaba tan conectada, tan agotada, tan cansada, que mis neuronas básicamente habían dejado de conectar con mi sentido de la vista.
La buena noticia: era reversible. La mala: yo tenía la culpa de aquello.
Esa misma noche, una noche en vela sin conseguir conciliar el sueño, fue cuando decidí parar y replantearme mi relación con las tecnologías por completo.
Mi problema no eran las tecnologías, aunque al principio lo creí así. Al principio, demonicé la tecnología y las culpé de todo lo que me estaba pasando.
Mi problema no eran ellas, era yo y mi relación con ellas.
Las tecnologías están diseñadas para ser adictivas y eso no lo vamos a discutir. Es un hecho. Pero era yo quien había dejado que la dopamina recorriese mis venas por completo. Esto es como dice el refranero español: quien reparte, se lleva la mejor parte.
Y yo había dejado que fuese la tecnología la que repartiese. Y es algo que le sucede a miles de personas cada día.
Desde aquel momento me comprometí conmigo misma a redescubrir mi relación con las tecnologías y aún hay días en los que tropiezo, no te creas, pero he sido capaz de retomar las riendas y mi posición de poder en esta relación de dos.
Parece complicado, sí, pero se puede. Y por eso quiero ayudarte a que tú también lo consigas.
Si, como a mí, tu relación con las tecnologías empieza a pasar factura a tu salud, a tu bienestar y en definitiva, a tu vida, créeme que esto es para ti.
Mi compromiso es ayudarte a recuperar tu bienestar digital, el de tu familia y el de tu negocio si lo tienes.
Que seas capaz de decidir cuándo conectar y cuándo desconectar. Que la relación de tus hijos con las pantallas no se te haga cuesta arriba, que no vivas la vida a través de una pantalla y que mucho menos acabes siendo esclavo de un sinfín de notificaciones.
Las tecnologías son maravillosas y de eso no me cabe la menor duda. Son parte indiscutible de nuestro día a día, de nuestro presente y de nuestro futuro.
Por eso no se trata de borrarlas ahora de un plumazo, sino de ser capaces de mejorar el uso que hacemos de ellas desde la información, la responsabilidad y sobre todo, desde el conocimiento de qué nos hace bien y qué no.
No tengo una fórmula mágica y la verdad es que tampoco creo que existan. Lo que sí puedo prometerte es que cuando empiezas a trabajar en tu felicidad digital, todo cambia.
Decía la Lao-Tsé que «un viaje de mil millas, comienza con un solo paso». Y así será. Créeme, esto va a ser todo un viaje y me encantará acompañarte si así lo quieres.
Te espero el próximo jueves con un nuevo episodio para redescubrir juntos tu felicidad digital.