Mi abuela tiene 76 años. Durante los duros meses de confinamiento, aprendió a utilizar las videollamadas de WhatsApp (o al menos a responderlas y más o menos situar la cámara) para sentirse cerca de su familia. Ahora incluso se atreve a responder con mensajes de voz cuando felicitamos algún cumpleaños en el grupo de la familia o comparto alguna que otra foto de mi hijo con ella.
El uso que hace del móvil es sencillo: nos pide que le guardemos los teléfonos en la agenda, llama, responde llamadas y manda algún que otro WhatsApp de audio.
El otro día estuvimos comiendo juntas y me comentó que a esa lista había sumado una nueva app: una que le permite saber a cómo está el precio de la luz por horas para así calcular cuándo poner la lavadora o incluso encender el ventilador para intentar reducir una factura de la luz cada vez más alta.
Mi abuela, que ha trabajado toda su vida sin descanso y que cobra una pensión ajustada que gestiona al céntimo para que dé para todo, ahora utiliza una app de móvil para intentar rascarle algo a una factura de la luz desproporcionada.
En ese momento, no supe si felicitarla por perderle el miedo al Play Store y descargar una nueva app o dejar que me llevasen los demonios por el motivo que la llevó a hacerlo, por ese “por qué” y “para qué” de su avance. Fue bastante agridulce.
Y esto me llevó a reflexionar en algo a lo que llevo dándole vueltas mucho tiempo: nos centramos mucho en el cómo de la transformación digital: en las herramientas, los procesos. Pero, ¿y qué hay del para qué? ¿Para qué lo hacemos? ¿Cuál es nuestro objetivo? ¿Qué nos mueve? ¿Por qué queremos dar el salto? ¿Qué queremos conseguir?
Sin lugar a dudas, esta debe ser la base de cualquier estrategia de transformación –o al menos de aquellas verdaderamente efectivas–.
Y tú, ¿tienes claro el por qué y el para qué de la transformación digital?
