Lo siento, pero yo RENUNCIO.
Como ya te adelantaba hace unos días, llevo tiempo reflexionando acerca de la utilidad de Instagram (lo de TikTok lo dejé por imposible…). O al menos en su utilidad para mí. Ya sabes que defiendo que cada empresa y cada negocio son únicos, así como sus necesidades, sus objetivos y también sus canales de comunicación.
Durante los últimos años he ido probando miles de cosas, no solo en mis cuentas, sino también en las de algunos clientes. Y de un tiempo a esta parte, he ido notando un cambio importante en cuanto al impacto de los contenidos: parece que los algoritmos premian más el entretenimiento frente al conocimiento. Y no los culpo, al final, son empresas y buscan su rentabilidad. Como todos.
Pero, lo siento: YO RENUNCIO. Renuncio a seguir las reglas, a bailar para aumentar el impacto de un reel, a hacer parodias o a dedicar una hora al día a diseñar un carrusel. Sobre todo renuncio a hacerlo “por obligación” y a no disfrutar de ello. Hace años tomé la decisión de emprender con la firme intención de hacer algo con lo que me sintiese realizada y que me hiciese feliz. Y la verdad: volviéndome loca con el engagement, el alcance y el número de likes, no lo soy.
Admiro a los profesionales que, además de su trabajo diario, son capaces de gestionar una comunidad con grandes audiencias, generar contenido de valor prácticamente a diario, grabar contenidos y aumenta su alcance. Pero a mí no me da la vida. Siempre he defendido que en clave digital no es necesario tenerlo todo, sino adecuar nuestras estrategias a lo que verdaderamente nos funciona y encaja con nuestros objetivos y nuestros valores y esto me parece lo más coherente.
¿Quiere decir que dejaré de aparecer por Instagram? No, tampoco nos volvamos locos. Pero ahora nos seguiremos viendo de una manera más personal, sin presiones de algoritmos, sin obligación.
Disfrutemos del camino. Que, total, el algoritmo son dos días.